Es el corazón de mi trabajo como artista. Utilizo el arte como herramienta de exploración de contenidos mentales y espirituales en mi recorrido de vida. Piezas en su materia original, generalmente el dibujo con esporádicas apariciones de fotografía o pintura.
La obra es presente, yo soy pasado.
No hay historia que contar. No hay trayectoria que documentar. Lo que una vez fui, lo que una vez hice, ha dejado de existir tan pronto como sucedió. Incluso llamarme “artista” es una invención, una etiqueta del pasado que no tiene lugar en la realidad. El “artista”, ese concepto, es simplemente un eco que se desvanece en cuanto la obra aparece. El nombre, la firma, los años de vida o las influencias no tienen relevancia aquí. El arte no tiene dueño, ni origen, ni destino. Solo hay lo que está frente a ti, ahora, en este momento.
Cada intento de capturar mi vida es un fracaso. Cada palabra escrita sobre mí es una mentira porque no estoy ahí. El momento en que creé algo, dejé de ser importante. La obra existe sin mí, sin “el artista”. Lo que ustedes llaman biografía, para mí es una lápida, una prisión del pasado, una colección de hechos muertos. Prefiero desaparecer en el acto de creación, dejar que lo único que importe sea lo que es.
Mis manos obran, pero no son mías. La tinta se mueve, pero no tiene historia. La madera, la tela y los pigmentos de tierra y carbón se descomponen como lo hace el tiempo, y en ese desvanecerse, encuentro la verdad: lo único real es el presente. No pido que me sigan, ni que me entiendan, porque en el instante en que buscan hacerlo, me han perdido.
La obra no me pertenece. Ni siquiera existe como algo permanente. Solo está aquí, ahora, mientras la miras, mientras la tocas, mientras la sientes. Y cuando te alejes, ya no quedará nada. Como yo.
No necesito contar quién fui, porque ya no soy. No necesito que me recuerden, porque lo que recuerden no seré yo, sino una idea de lo que una vez creíste ver. La obra, lo que te muestra, es todo lo que necesitas. Yo ya soy pasado, abstracción, imaginario, sueño. La obra es presente, mi único punto de contacto con la realidad.
